La nueva etapa

Hoy no me parece un mal día para retomar mi abandonado blog. Un punto y seguido. Hoy hace una año y a estas horas, falleció mi padre en la residencia María Zayas de Belicena. Era Domingo de resurrección. El primero de una terna. Los peores augurios nos esperaban agazapados en espera de asestar sus canallescas embestidas. He escrito varios borradores desde mi último post, pero me parecían tan aterradores que no los edité. Hoy vuelve a ser un día triste. Recuerdos, conversaciones, situaciones vividas, risas compungidas y tristes, todo retorna a mí, como pensamientos vagabundos que hacen perder mi mirada surcando perdido el infinito. Es cuando te das cuenta que la vida sigue imperturbable, y no tienes más que dejarte llevar, dejarte siempre llevar. Es como tratar de nadar a contracorriente en un espeso río de agua embarrada y pestilente. Cansino. Es muy cansino. Es mejor cerrar los ojos, adaptarte a él y dejarte llevar. Tarde o temprano ese río desembocará en un hermoso mar de olas infinitas, y volverás a ver la luz del sol, volverás a disfrutar de un atardecer, de la luna llena y de la melancolía del sonido de un aguacero primaveral. Hoy, veo las cosas más pausadas reconociendo al instante lo verdaderamente importante de mi vida. No necesito grandes historias, ni grandes viajes, ni aventuras ni aceptaciones ajenas. Un paseo, una pizza frente al televisor viendo una peli cogido de la mano de quien necesito y de quien me necesita. Una nota quebrada en el piano o una buena frase en este blog, me bastan y reconfortan. Creo que estoy dejando atrás el hediondo torrente que me arrastra para bañarme plácidamente en las tranquilas aguas de mi ser.