Una espina

No me pidas que os tienda una mano, pues mis afiladas uñas pueden heriros.

No me pidas que os abrace, pues el vigor de mis brazos pueden estrangularos,

No me ruegues que os bese, pues mi lengua bífida puede envenenaros,

Pero sí puedes convidarme a una sonrisa, pues mi alma virgen no se ha ranciado con vuestra enjundia.

Ni implores mi perdón, ni hagas achantarme ante vuestra desgracia

Ni exijas tu perdón para poder salvar mi alma ni ante tí ni ante tu dios,

Ni te hagas el fuerte ante la debilidad, ni el débil ante la fortaleza para conseguir mi sometimiento.

Tan solo me hubiera gustado un poquito de reconocimiento y algo de cariño que pudiera atravesar mi escudo, mi espada, mi armadura, que con los años he ido forjando lentamente.