Dias buenos, dias malos

Hay días que se presagian no van a ser memorables, ni para enmarcar ni para apenas recordar. Hace calor. Es un caluroso día de Junio andaluz. Es martes y es trece y es mi santo. Suena el odiado despertador que desde hace décadas no te recordaba "levanta gandul, que has de ir trabajar". Vuelves a notar esa hinchazón, ese martilleo constante sobre el tobillo que creías ya prácticamente curado y recuerdas con el estómago encogido que tu madre sigue desplomada en una cama de hospital cuando en realidad cree estar en la luna o en el infierno. Me miro en el espejo y veo a una persona apocada, encogida ante acontecimientos que no llega a comprender. Veo una persona triste, gris, afligida, mustia. Esa es la grandeza de esos días que presagias amargos y dolientes. Que se pueden endulzar. Y eso es lo que ha pasado hoy. Los compañeros de trabajo se convierten en amigos, los amigos en familia y la familia en un sólido soporte de seguridad y confianza donde poder asirte. He pasado del amargo al dulce, de la oscuridad a la luz, del dolor al amor. Por eso doy gracias a todos por vuestras llamadas, mensajes y correos que, aunque parezca que no, son granitos de azúcar endulzando la vida.